La Sabiduría Teosófica Está
Presente en la Tradición Cristiana
Carlos Cardoso Aveline
Cada estrella del cielo puede ser vista como un
símbolo de la chispa divina en la consciencia humana
La filosofía esotérica constituye una clave para deshacer la falsa Torre de Babel que separa diferentes tradiciones culturales.
La teosofía demuestra que la sabiduría cristiana tiene innumerables puntos en común con otras religiones más antiguas.
En el Nuevo Testamento hay pasajes pitagóricos, budistas y confucianos. En los Evangelios, Jesús enseña sobre la ley del karma y sobre la reencarnación. La idea de la “resurrección de la carne” corresponde a la metempsícosis, o reencarnación, y solo fue tergiversada por el cristianismo después de los primeros siglos de la religión.
Es fácil percibir que el concepto de resurrección tiene sentido solamente como un renacimiento de la misma alma en un nuevo cuerpo. El tiempo y la naturaleza no vuelven atrás. Cuando un alma abandona su viejo cuerpo físico, provocando lo que denominamos “muerte”, la naturaleza se encarga de la disolución de la cáscara material inutilizada, y el mismo organismo no podrá volver a existir como era. Por otro lado, el alma espiritual es inmortal, y aún no ha completado su aprendizaje. Ella tendrá que regresar.
La doctrina de la “resurrección de la carne” significa, por tanto, que el alma vive un nuevo ciclo, y nace otra vez con un organismo físico renovado y de acuerdo con las leyes de la naturaleza. Renace en circunstancias diferentes, para proseguir su autoperfeccionamiento.
Esta doctrina esotérica fue eliminada de las escrituras por razones políticas cuando el cristianismo original fue sustituido por el cristianismo imperial. Sin embargo, la verdad yace oculta bajo los dogmas políticamente organizados.
A pesar de la censura editorial de los teólogos medievales, todavía pueden encontrarse en la Biblia varios indicios de la doctrina de la reencarnación. En el Evangelio según Juan, capítulo nueve, versículo dos, vemos a los discípulos preguntando lo siguiente a Jesús, refiriéndose a un ciego de nacimiento:
“Maestro, ¿quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego?”.
Las condiciones kármicas de un nacimiento reflejan, aunque pálidamente, la realidad de las vidas anteriores.
La antigua creencia cristiana en la reencarnación no surgió de la nada, sino que expresa todo un contexto cultural. El cristianismo es de origen hebreo, y el historiador judaico antiguo Flavio Josefo afirma en su obra “La Guerra de los Judíos” (2:265) que los judíos fariseos creían en la transmigración de las almas a otros cuerpos. [1]
En el libro de Job (Yob), capítulo ocho, versículo nueve, podemos ver una alusión a nuestras vidas pasadas. Para Job, ellas son algo que no conseguimos recordar con detalle, pero que podemos percibir de algún modo:
“Pues nosotros somos de ayer, y nada sabemos, siendo nuestros días sobre la Tierra como la sombra”.
En el Nuevo Testamento, el apóstol cristiano Pablo enseña la resurrección o reencarnación en el capítulo 15 de su primera epístola a los corintios. En los versículos 12-14, él pregunta:
“Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe”.
En los versículos 35 a 41 del mismo capítulo 15, Pablo da más nitidez a la idea, y muestra la relación directa del hecho de la reencarnación con la ley del karma:
“Pero dirá alguno: ‘¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?’. Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo. No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves. Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria”.
La afirmación expresa correctamente la enseñanza teosófica. De acuerdo con la filosofía esotérica, hay tres grandes divisiones en la consciencia humana. El cuerpo físico se relaciona con la Tierra; el alma mortal se relaciona con la Luna; y el alma inmortal, o yo superior, corresponde al Sol y a las demás estrellas. La idea de “estrella” también simboliza “Atma”, la chispa divina en el aura de cada individuo.
Entre los primeros pensadores cristianos, Orígenes, un neoplatónico, enseñaba sobre la reencarnación.
En su artículo titulado “Sobre la Pseudoteosofía” (“On Pseudo-Theosophy”), Helena Blavatsky escribió:
“… no hay nada, en la creencia en la reencarnación, que esté en conflicto con las enseñanzas de Cristo. Al contrario, nosotros afirmamos que el gran Adepto de Nazaret claramente enseñó sobre la reencarnación. Lo mismo hicieron Pablo y los evangelios sinópticos. Casi todos los primeros padres de la Iglesia, con raras excepciones, la aceptaban, y algunos la enseñaban”.
La creadora de la filosofía esotérica moderna añadió:
“Jesús, el Adepto en el que nosotros creemos, enseñaba nuestras doctrinas orientales, principalmente el KARMA y la REENCARNACIÓN. Cuando los llamados cristianos aprendan a leer el Nuevo Testamento entre líneas, sus ojos estarán abiertos y podrán ver”.
Pocas líneas más adelante, en el mismo artículo de 1889, H.P.B. afirma que está feliz porque ve “un bello viento que sopla sobre el cristianismo” e impulsa el pensamiento occidental “cada vez más hacia el Oriente”. [2]
H. P. Blavatsky descodificó el mensaje de los Evangelios. Mostró que ellos encierran profundas enseñanzas esotéricas, y también que constituyen una narración simbólica de la caminata de un discípulo avanzado a lo largo del camino de las grandes iniciaciones.
Los Evangelios no son una narración literal de la vida de Jesús, sino una leyenda que transmite lecciones de sabiduría. No hay registros históricos sobre el Jesús de los Evangelios. El Jesús real tuvo una vida muy diferente de lo que indican los Evangelios y vivió un siglo antes de la era cristiana. Su nombre es Jeshu (o Jehoshua) ben-Panthera. Nació en el año 120 antes de la era cristiana y fue asesinado en el año 70 antes de la era cristiana, según la “Guemará” del Talmud babilónico, en su tratado sobre el Sabbat, 67-104. Considerado un gran adepto por H.P.B., Jeshu ben-Panthera fue iniciado en los misterios egipcios en Alejandría. [3]
¿Cuál es la relación entre el Jesús del Nuevo Testamento, o aun Jeshu ben-Panthera, y la Iglesia de Roma, o las actuales iglesias protestantes? No hay ninguna relación. Ni el Jesús del Nuevo Testamento, ni el Jesús histórico, Jeshu, fundaron ninguna “iglesia”, o adoptaron ritual alguno.
Todo el montaje teológico-imperial en torno al nombre de Jesús ocurrió en una época muy posterior, como parte de un esquema de poder asociado a los restos del Imperio romano decadente. Es en este proceso cuando las enseñanzas sobre la reencarnación fueron eliminadas del Nuevo Testamento, de modo que hoy quedan solamente unos pocos indicios de ellas. Las enseñanzas sobre el karma que continúan presentes en dicho libro también pasaron a ser subestimadas. El principal objetivo ha sido estimular la obediencia a los sacerdotes y a los rituales.
El cristianismo del futuro, sin embargo, sabrá rescatar sus buenos orígenes y percibir su hermandad esencial con lo mejor que hay en las otras religiones.
La religión del futuro es una filosofía universal que trasciende la letra muerta de esta o aquella secta. Ella ya está presente en el mundo de hoy y puede ser percibida por el ciudadano atento. Su comprensión se da paso a paso. Ella hace que la luz del Alma superior tenga un despertar independiente, solidario e incondicional en la vida de cada individuo que es honesto consigo mismo.
NOTAS:
[1] Mencionado en “A Concise Encyclopedia of Christianity”, Geoffrey Parinder, OneWorld-Oxford, copyright 1998, 275 pp., ver p. 204.
[2] “On Pseudo-Theosophy”.
[3] “A Word With ‘Zero’”, en “Collected Writings”, H.P. Blavatsky, The Theosophical Publishing House, Adyar, Chennai, India, volumen IV, pp. 361-362.
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El artículo “Jesús Enseñó Sobre la Reencarnación” es una traducción del portugués. El trabajo ha sido hecho por Alex Rambla Beltrán, con apoyo de nuestro equipo editorial, del cual forma parte el autor. Texto original: “Jesus Ensinou Sobre Reencarnação”. La publicación en español ocurrió el 20 de marzo de 2021.
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