La Larga Transición Desde Maya Hasta la Sabiduría
Carlos Cardoso Aveline
El lema del movimiento teosófico moderno: “There is no religion
higher than Truth”, o sea, “No hay religión más elevada que la Verdad”.
“Hay que estudiar para saber, saber
para comprender, comprender para juzgar”.
[Un filósofo antiguo, citado por H. P. Blavatsky]
Puede haber niveles profundos y desafiantes de significado en la idea, aparentemente simple, expresada por el lema del movimiento teosófico. Quizás la frase resume el objetivo a largo plazo del movimiento. Un examen cuidadoso de ella puede ayudar al estudiante a ver desde una perspectiva más amplia algunos viejos obstáculos y mecanismos de la ignorancia espiritual, tanto individual como colectiva.
Para comprender mejor el lema del movimiento, uno debe estudiar la teoría de Maya, o Ilusión. Si el aprendiz quiere ir más allá de lo superficial y vivir de acuerdo con el lema, habrá de tomar medidas prácticas para encontrar la manera de salir de Maya. Será un largo viaje. Sin embargo, el mero hecho de mantener el lema vivo en el templo de su mente y de su corazón lo ayudará a llegar al camino ascendente, empinado y estrecho que conduce a la verdad.
Tomado prestado del maharajá de Benarés, el lema estaba originalmente en sánscrito: “Satyat Nasti Paro Dharma”. Como bien se sabe, fue traducido por H. P. Blavatsky como “No hay religión (o ley) más elevada que la verdad”. [1]
Incluida entre paréntesis, la palabra “ley” indica que el término “dharma” tiene un significado más amplio que solo “religión”. De hecho, “dharma” significa religión, ley, escrituras sagradas, doctrina, ciencia, deber, conducta correcta, virtud, equidad, justicia y filosofía.
El otro término de la ecuación oculta presente en el lema es “Satyat”, que también tiene un significado relativamente amplio. Es sinónimo no solo de la palabra verdad, sino también de realidad suprema, ser y esencia. “Satyat” sugiere “Sat”, la realidad eterna única, la existencialidad esencial que corresponde a la primera proposición fundamental de la Doctrina Secreta. [2]
El lema es un axioma multidimensional.
Si preservamos los dos principales términos sánscritos, obtenemos la frase “No hay Dharma más elevado que Satyat”, que también puede ser leída como “No hay deber más elevado que la verdad” y “No hay escritura más elevada que la comprensión directa”, entre otros posibles significados. Por tanto, la manera en que vemos el lema puede ser profunda y dinámica.
Los aspectos cambiantes de la búsqueda de la verdad son esenciales para la filosofía esotérica. Cuestionan las rutinas mayávicas establecidas. Llevan el foco de la consciencia de uno al plano del yo superior, donde se halla la verdadera estabilidad.
El alma espiritual de uno no solo vive en el territorio de la verdad, sino que también existe en una comunión interna con todos los seres. Por tanto, la verdad no puede ser encontrada en la separatividad. Es natural, pues, que el primer objetivo del movimiento teosófico sea crear un ambiente colectivo donde la ley de la solidaridad kármica entre todos los seres pueda vivirse como una experiencia consciente. Verdad y fraternidad son dos términos o polos inseparables de otra ecuación oculta.
Aunque la búsqueda de la verdad pueda ser una meta suprema y trascendente para cualquiera, debe comenzar con los elementos simples de nuestra vida. La verdad ha de ser buscada tanto en las cosas grandes como en las pequeñas, y por ello la teosofía es inseparable de la ética. En cada aspecto de la vida, debemos convertirnos, gradualmente, en la verdad que estamos buscando.
H. P. B. comenta que el nombre “teosofía” fue usado por primera vez por los filósofos de Alejandría, llamados “amigos de la verdad” o filaleteos. Ella añade que el objetivo de aquel sistema teosófico era, ante todo, “inculcar ciertas grandes verdades morales en sus discípulos y en todos los que ‘amaban la verdad’. De ahí el lema adoptado por la Sociedad Teosófica…”. [3]
Por consiguiente, el lema y su homenaje a la verdad tienen un origen oriental en Benarés, India, y un origen occidental en Alejandría, Egipto. Al igual que el movimiento, el lema es un puente entre Oriente y Occidente.
Cuando la verdad y la fraternidad se reúnen, esto ocurre en el territorio común de la ética, y H. P. B. escribió lo siguiente en uno de sus mensajes a los teósofos norteamericanos:
“… La ética de la teosofía es más importante que la divulgación de las leyes y hechos psíquicos. Estas leyes y hechos solo tienen relación con la parte material y evanescente del hombre septenario, pero la ética es absorbida por el hombre real (el Ego reencarnante) y lo guía”. [4]
La ética nos permite sintonizarnos directamente con Satyat o la verdad. No hay bendición más elevada que estar en armonía con la verdad suprema. Para alcanzar esta meta, no basta con albergar un objetivo noble en el nivel voluntario de la mente. Es inevitable que la ley del karma ponga a prueba cada acción altruista. Las intenciones nobles de uno serán atacadas no tanto desde fuera, sino que serán desafiadas, especialmente, por la ignorancia de uno y por los hábitos y patrones inconscientes alimentados por tal ignorancia. Los niveles y aspectos insospechados de la falta de sabiduría del estudiante lo sorprenderán de varias maneras y en diferentes ocasiones. H. P. B. escribió:
“La primera condición necesaria para obtener el autoconocimiento es volverse profundamente consciente de la ignorancia; sentir con todas las fibras del corazón que uno se engaña a sí mismo sin cesar. El segundo requisito es la convicción aún más profunda de que ese conocimiento – ese conocimiento intuitivo y cierto – puede obtenerse a través de un esfuerzo”. [5]
El proceso del autoengaño no es solo individual, sino también colectivo. Naciones, grupos y familias son enfrentados por el karma. Desde la década de 1890, por ejemplo, el movimiento teosófico ha intentado avanzar a lo largo del camino ascendente que lleva a la fraternidad y la verdad, y en gran medida ha fracasado en su intento. Generación tras generación, los teósofos deben seguir intentándolo una y otra vez hasta que el crecimiento del margen de éxito de sus esfuerzos empiece a acelerarse.
Uno siempre puede estar seguro de que el camino hacia la verdad no será fácil. Sin embargo, la razón de que existan tantos obstáculos en el camino es, quizás, sorprendentemente simple. Radica en el hecho de que la verdad es algo difícil de encontrar y de transmitir, pero eso no es todo. La verdad es, a menudo, difícil de aceptar, y, por encima de todo, es difícil vivir de acuerdo con ella, aun cuando se nos muestra con toda claridad. H. P. B. citó en más de una ocasión estas palabras realistas de Sergeant Cox:
“No hay falacia más letal que aquella según la cual la verdad prevalecerá por su propia fuerza y, para aceptarla, solo basta con verla. En realidad, el deseo de conocer la verdad existe en muy pocas mentes, y la capacidad de discernirla, en menos mentes aún. Cuando los seres humanos dicen buscar la verdad, lo que quieren decir es que están buscando evidencias que respalden algún prejuicio o idea preconcebida. Sus creencias se adaptan a sus deseos. Ven todo (e incluso más que todo) lo que parece confirmar aquello que desean, pero están ciegos como murciélagos ante cualquier cosa que lo contradiga. Los científicos no están más libres de este defecto común que los demás”. [6]
De hecho, la percepción de la verdad no es solo un proceso mental. Involucra más de un nivel de consciencia. Nuestra capacidad de ver la realidad depende de nuestra manera de vivir. Una mente abierta y una clara percepción espiritual pueden surgir únicamente de un corazón puro y una vida limpia, entre otros factores. En sus famosos “versos gemelos”, el “Dhammapada” budista explica:
“Los que viven en el mundo de los placeres y la fantasía ven verdad en lo irreal y falsedad en lo real. Nunca alcanzan la verdad. Los que habitan en el mundo del pensamiento correcto ven verdad en lo real y falsedad en lo irreal. Ellos alcanzan la verdad”. [7]
El pensamiento correcto está profundamente unido a la memoria correcta, la palabra correcta y el medio de vida correcto, entre otros factores. Por tanto, la búsqueda de la verdad no es una empresa fácil o de corto plazo. Tampoco es solamente un proceso individual o de grupos pequeños. Tiene una dimensión planetaria. Constituye un factor central en la preparación a largo plazo de la sexta subraza de la quinta raza raíz. El movimiento teosófico real (no el nominal) debe ser una iniciativa duradera y un instrumento preparatorio de la sexta subraza, que surgirá con una consciencia centrada, de modo más fuerte y activo, en el nivel de Buddhi-Manas. Poseerá una mucho mejor “percepción espiritual sin velos”, pero esto no se puede preparar con prisas, y los precursores del siguiente conjunto de civilizaciones deben tener coraje, espíritu de sacrificio y paciencia para abrir las puertas a un ideal amplio que el mundo aún no puede comprender del todo.
Si un Mahatma describió una vez el movimiento teosófico como una “empresa desesperada” [8], esto se debió a la fuerza especial de Maya en el presente ciclo. H. P. B. escribió:
“Las especulaciones más profundas y trascendentales de los antiguos metafísicos de la India y otras naciones se basan todas en el gran principio budista y brahmánico sobre el que se fundamenta toda su metafísica religiosa: la ilusión de los sentidos. Todo lo finito es una ilusión; todo lo eterno e infinito es la realidad. La forma, el color, lo que oímos y sentimos, o vemos con nuestros ojos mortales solo existen en la medida en que nos son transmitidos a través de los sentidos. […] Todos vivimos bajo el poderoso dominio de la fantasía. Solo los originales más elevados e invisibles emanados del pensamiento de lo Desconocido son seres, formas e ideas reales y permanentes. En la Tierra, no vemos más que sus reflejos, más o menos correctos, y siempre dependientes de la organización física y mental de la persona que los observa”. [9]
En otro lugar, H. P. B. cita un texto hermético:
“‘Solo la verdad’, dice el Poimandres, ‘es eterna e inmutable. La verdad es la primera de las bendiciones, pero ni está ni puede estar en la Tierra. Es posible que Dios dé a algunos hombres la facultad de entender las cosas divinas y de comprender correctamente la verdad, pero nada en la Tierra es verdadero, porque todo tiene materia, todo está revestido de una forma corpórea sujeta al cambio, a la modificación, a la corrupción y a nuevas combinaciones. […] La verdad es, por tanto, solo lo que es inmaterial y no está encerrado en una envoltura corpórea, lo que carece de color y de forma, lo que se halla libre del cambio y la modificación, lo que es ETERNO’”. [10]
La gran distancia entre la verdadera realidad y la percepción promedio de la gente crea el territorio inexplorado de ilusiones donde los seguidores del relativismo ético pueden engañarse a sí mismos y a otros. Durante más de un siglo, gran parte de la Sociedad de Adyar ha imitado a la Iglesia del Vaticano al producir mentiras piadosas para que el público las crea.
Algunos líderes de la Sociedad de Adyar intentan evitar toda responsabilidad en relación con los fraudes políticos y “espirituales” cometidos en el período 1894-1934. Utilizan la relatividad de las verdades humanas como pretexto para la ausencia de ética en sus políticas institucionales. Parecen creer que la relatividad de la verdad es absoluta. Si uno les muestra pruebas de que los libros de Charles Leadbeater son falsos, responderán tranquilamente: “Tal vez; todo depende del punto de vista de uno”.
Si uno les muestra que todavía hoy existe una imagen falsa y fabricada de Jiddu Krishnamurti como santo y gran pensador, será fraternalmente acusado de ser “demasiado duro” o incluso “poco fraternal”, pero evitarán discretamente hablar del tema.
A menudo con la mejor de las intenciones, el relativismo ético combina mentiras y hechos, fraudes y lealtades, y oculta el resultado bajo una nube de incertidumbre deliberada. Según esta perspectiva sofista, “no hay verdades o falsedades, porque la verdad depende enteramente de cómo uno la observa, y siempre podemos elegir lo que prefiramos pensar”.
Esto puede parecer una manera hábil de flotar por encima del karma a corto plazo, pero no puede decirse que sea muy original. Al describir el trabajo de los jesuitas en la India, H. P. B. mostró que una de sus tácticas centrales en su esfuerzo por eliminar las tradiciones de la sabiduría oriental era “lanzar sobre la historia de la antigua India una nube de incertidumbre y oscuridad”. [11]
También hay un razonamiento teológico tras la producción y preservación de fraudes piadosos. La formuló Pablo en su epístola a los romanos, 3:4-11. En un estilo sorprendentemente directo, el texto anticipa el punto de vista jesuita:
“Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito. […] Pero si por mi mentira la verdad de Dios abundó para su gloria, ¿por qué aún soy juzgado como pecador? […] Hagamos males para que vengan bienes. […] Como está escrito: no hay justo, ni aun uno”.
En este capítulo de la epístola, los seres humanos son descritos como pecadores y mentirosos. Una vez que este punto de vista es aceptado, parece natural pensar que las personas religiosas deben mentir y cometer fraudes por el bien de sus iglesias y sociedades. La ley del karma es entonces aparentemente abolida, y al hombre no lo justifican sus actos, sino su fe ciega, como imagina Pablo:
“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28).
Esta afirmación, por supuesto, contradice directamente la perspectiva completamente teosófica sostenida por Jesús en el Nuevo Testamento:
“Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Juan 15:14).
Y H. P. B. dice, junto con Jesús:
“Teósofo es el que practica la teosofía”. [12]
H. P. B. escribió que fue la idea de las mentiras devocionales presente en la epístola de Pablo a los romanos lo que inspiró una máxima posteriormente adoptada por la Iglesia romana y según la cual es un acto de virtud engañar y mentir si los intereses de la Iglesia pueden ser promovidos de este modo.[13]
Sin embargo, el problema no comenzó con Pablo. Desde Protágoras – el sofista que fue desafiado directamente por Platón en la antigua Grecia -, ha habido siempre una corriente de pensamiento en Occidente que defiende la idea de que la verdad no es más que una cuestión de conveniencia. Esta es la base intelectual de los ataques contra la teosofía, tanto los que vienen de fuera como de dentro del movimiento teosófico.
Henry Sidgwick, el fundador de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas (SIP) en Londres, fue un hombre astuto. Hizo mucho más que ayudar a fabricar el fraude contra el movimiento teosófico, basado en el cual la SIP acusó a H. P. B. de no ser una mujer honesta. En 1874, apenas una década antes de presidir las mentiras contra los Maestros y el movimiento, Sidgwick había publicado un libro sobre “Los Métodos de la Ética”. Su obra es ahora un clásico del relativismo moral, y no solo anticipa la lógica del futuro fraude contra la teosofía, sino que también formula la lógica deliberadamente ambigua de la “ética” adoptada por la mayor parte de los líderes de Adyar desde la época de Annie Besant. En un ejemplo tras otro, Sidgwick pone en duda la relación entre el deber y la felicidad, sugiriendo que no cumplir con el deber podría ser más provechoso. Cuestiona claramente la filosofía de Platón desde un punto de vista protagórico. [14]
La misma ambigüedad esencial en el pensamiento de Sidgwick puede ser encontrada en la manera en que muchos miembros de la Sociedad de Adyar intentan evitar temas vergonzosos como los fraudes creados dentro del movimiento contra las enseñanzas de los Maestros. A menudo, esta ocultación de la verdad la hacen de buena fe, porque no han tenido la oportunidad de conocer la teosofía real.
Los discípulos modernos de Protágoras se aprovechan de la ley de Maya para hacer creer a la gente que, después de todo, la ley del karma puede ser reemplazada por la creencia, y cada verdad puede ser distorsionada libremente y puesta al servicio de los intereses cortoplacistas.
En el siglo XVIII, el filósofo británico David Hume habló sobre esta “filosofía”. Creó el concepto de “granuja astuto” o “truhan avisado” para describir al hombre que esconde sus actos deshonestos tras una nube de incertidumbre ética.
David Hume escribió lo siguiente en el estilo clásico de aquel siglo:
“… Según el modo imperfecto con que se llevan los asuntos humanos, un truhan avisado podrá pensar, en particulares ocasiones, que un acto de iniquidad o de infidelidad significará un incremento considerable de su fortuna, sin producir por ello una brecha considerable en la unión y confederación social. Que la honestidad es la mejor política puede que sea una regla general, pero es susceptible de muchas excepciones; y tal vez pueda pensarse que quien se conduce más sabiamente es el que observa la regla general y se aprovecha de todas las excepciones. Debo confesar que si un hombre piensa que el anterior razonamiento requiere refutación, será un poco difícil encontrar alguna que le parezca satisfactoria y convincente. Si su corazón no se rebela contra tales máximas perniciosas, si no siente una repugnancia ante pensamientos de villanía o bajeza, habrá perdido, ciertamente, un motivo considerable para seguir la virtud; y podemos esperar que sus prácticas se correspondan a su especulación. Pero en todas las naturalezas sutiles, la antipatía hacia la trapacería y el oportunismo es demasiado fuerte como para ser compensada por proyecto alguno de ganancia o de beneficio pecuniario. Una íntima paz de la mente, conciencia de integridad, un examen de nuestra propia conducta con resultados satisfactorios: estas son las circunstancias que se requieren para la felicidad, y serán celebradas y cultivadas por todo hombre honesto que sienta la importancia que ellas tienen”. [15]
Immanuel Kant también nos ayuda a comprender la fuerza invencible de la verdad. Todo teósofo honesto debería reflexionar con calma sobre estas palabras escritas por el filósofo alemán acerca del fenómeno de la falsedad deliberada:
“La característica intrínseca de la maldad moral es que sus objetivos (especialmente en relación con otras personas de mentalidad similar) son contradictorios y autodestructivos, y, como consecuencia, dicha maldad da paso al principio moral de la bondad, aun cuando el progreso en este sentido sea lento”. [16]
Tal vez, la mejor manera de curar y prevenir activamente la enfermedad del jesuitismo piadoso en el movimiento teosófico consista en estimular desde el principio, en cada estudiante, la práctica de viveka, el discernimiento.
La capacidad de cuestionar la realidad con independencia y de ver las ideas verdaderas y falsas debe ser una meta esencial para los estudiantes. Toda verdad expresada en palabras debe estar sujeta a examen. Una de las máximas que mejor pueden proteger al movimiento de las ilusiones está bien expresada en estas frases de Narada, un antiguo filosofó hindú citado por H. P. B.:
“Nunca pronuncies estas palabras: ‘Como no lo sé, entonces es falso’. Hay que estudiar para saber, saber para comprender, comprender para juzgar”. [17]
A medida que los teósofos comprenden profundamente que no hay nada más elevado o mejor que la verdad, se ponen gradualmente en perfecta armonía con la tradición antigua y atemporal a la que Platón y Jesús pertenecieron. Pues Platón fue teósofo, y escribió:
“No hay nada más poderoso que el conocimiento” (Protágoras 357).
Y Jesús, otro teósofo, enseñó:
“Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).
Esta percepción no es unánime. Todavía hay muchos amigos engañados que, consciente o inconscientemente, prefieren no aceptar el lema del movimiento teosófico. Sin embargo, cuando llega la hora, nada puede impedir que el sol inaugure un nuevo día y, entonces, si las personas no buscan la verdad, puede que la verdad las persiga a ellas. En la primera parte del siglo XXI, la transición hacia el nuevo ciclo de desarrollo humano está claramente acelerándose, y el acceso a la verdad aumenta para todos, inevitablemente.
El aspecto más claro y transparente de todas las cosas da paz a algunos y ansiedad, miedo y conflictos a otros.
La verdad no es fácil de ver cuando la mente no está preparada. Un instructor sagrado escribió que la percepción de la verdad es como un tónico muy poderoso que puede matar tanto como curar. En la presente etapa de la humanidad, la lección práctica que puede sacarse de esa frase es que la teosofía auténtica se está volviendo cada día más útil y necesaria, porque facilita a las personas el usar correctamente la energía de la verdad, que crece rápidamente, pero que, a menudo, es peligrosa y desafiante.
NOTAS:
[1] “The Secret Doctrine”, volumen I, H. P. Blavatsky, p. xli.
[2] “The Secret Doctrine”, volumen I, p. 14.
[3] “The Key to Theosophy”, H. P. Blavatsky, pp. 1-2.
[4] “Five Messages”, tercer mensaje, 1890, p. 26.
[6] “Isis Unveiled”, volumen I, H. P. Blavatsky, p. 615.
[7] “The Dhammapada”, The Theosophy Company, Los Angeles, EUA, 140 pp., capítulo 1, versos 11-12, p. 3.
[8] “Las Cartas de los Mahatmas”, Editorial Teosófica, Barcelona, España, 1994, carta 8, p. 51.
[9] “Isis Unveiled”, volumen II, H. P. Blavatsky, pp. 157-158.
[10] “Isis Unveiled”, volumen I, H. P. Blavatsky, pp. 624-625.
[11] “Isis Unveiled”, volumen I, H. P. Blavatsky, p. 586.
[12] “The Key to Theosophy”, H. P. Blavatsky, sección 2, p. 20.
[13] “Isis Unveiled”, volumen II, H. P. Blavatsky, p. 303.
[14] “The Methods of Ethics”, Henry Sidgwick, Hackett Publishing Company, Indianapolis / Cambridge, 1981, 528 pp., capítulo V, pp. 162-175.
[15] “Investigación sobre los principios de la moral”, David Hume, Alianza Editorial, Madrid, España, 2014, prólogo, traducción y notas de Carlos Mellizo, pp. 190-191.
[16] “Perpetual Peace and Other Essays”, Immanuel Kant, Indianapolis / Cambridge: Hackett Publishing Company, 152 pp., p. 134.
[17] “Isis Unveiled”, volumen I, H. P. Blavatsky, p. 628.
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El artículo “No Hay Religión Más Elevada Que La Verdad” es una traducción del inglés llevada a cabo por Alex Rambla Beltrán, con apoyo de nuestro equipo editorial, del cual forma parte el autor. Texto original: “No Religion Higher Than Truth”. La publicación en español ocurrió el 25 de octubre de 2023.
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