El Movimiento Teosófico Abre Camino a
Una Nueva Manera de Vivir en Nuestro Planeta
 
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
Urano y sus anillos
 
 
 
El día siete de septiembre de 1875 fue un momento decisivo para el surgimiento de la nueva era de Acuario. Este día tuvo lugar en Nueva York la primera reunión del movimiento esotérico moderno, que emergería durante las semanas siguientes bajo el liderazgo de Helena Blavatsky.
 
El primer objetivo del movimiento no es modesto. Propone nada menos que la formación de “un núcleo de fraternidad universal de la humanidad, sin distinción de raza, credo, sexo, casta o color”. Su lema tiene un contenido anticlerical. Considerando inútiles y perjudiciales a las burocracias teológicas, él afirma:
 
“No hay religión más elevada que la verdad”.
 
El despertar de la mente superior rompe los dogmas de la ciencia, de la filosofía y de la religión convencionales. Desde el punto de vista astrológico, esta es una tarea del planeta Urano, corregente del signo de Acuario. El movimiento teosófico es la semilla y el germinar de una nueva consciencia, pero requiere varios siglos para desarrollarse. Ya en sus orígenes rompió la separación entre oriente y occidente y se diseminó por el mundo como un esfuerzo colectivo por una nueva era de solidaridad. Pero aún es muy joven y está apenas comenzando su misión. La visión teosófica requiere libertad de pensamiento. Iluminada por el espíritu inmortal, ella destruye los juegos institucionales de poder político o religioso. Al percibir la fraternidad esencial que une a todos los miembros de la humanidad, la percepción teosófica de la vida deja al descubierto las piernas cortas de la mentira “espiritual” y derriba más de un sueño romántico de la era de Piscis.
 
El poco convencional y renovador planeta Urano no trabaja solo. Lejos de ello. Desde el punto de vista esotérico, todo nuestro sistema solar puede ser visto como una gran escuela espiritual de miles de millones de años. Cada planeta actúa como un instructor, o como un conjunto de instructores, de esta escuela; y tiene un determinado tipo de sabiduría que transmitir. [1] Las lecciones de Urano – prioritarias en los próximos dos mil años – han estado ganando peso en la vida humana al mismo tiempo que nuestra humanidad comprende mejor las lecciones de Neptuno, dominantes durante la ya terminada era de Piscis.
 
La sabiduría de Urano está a nuestra disposición desde hace mucho tiempo, pero esta es la hora de darle una relativa prioridad, incluso porque ella permitirá comprender los desafíos de la era de Piscis que aún han de resolverse. Entre ellos están el fanatismo religioso, la autoilusión supuestamente espiritual y el pseudoesoterismo. Es necesario tener una mente clara, libre, independiente y altruista (Urano-Acuario) para despertar la intuición y percibir sabiamente la unidad de todas las cosas (Neptuno-Piscis), abandonando el uso de las muletas de la creencia ciega, que constituyen el aspecto negativo de la era de Piscis. Cuando la razón y la intuición están juntas, hay equilibrio y armonía.
 
Urano, Neptuno y Plutón son los tres planetas más alejados del Sol. Son considerados los planetas “transpersonales” o impersonales. Trabajan en equipo, provocando el despertar del alma inmortal en la mente y en el corazón humanos.
 
Helena Blavatsky escribió que la conexión de Neptuno con nuestro sistema solar es “mayávica”, es decir, ilusoria. [2] Dane Rudyar, astrólogo del siglo XX y lector atento de HPB, calificó a Urano, Neptuno y Plutón como “embajadores de la galaxia”. Para él, los tres pertenecen solo en parte a nuestro pequeño sistema solar. [3]
 
Así como el Sol simboliza la totalidad de nuestro yo individual, Urano, Neptuno y Plutón representan más directamente la consciencia cósmica. Para comprenderlos, es preciso aceptar la energía impersonal y universal que los anima y aprender a trabajar con ella. Mientras no seamos capaces de hacer esto, la energía de los planetas “exteriores” podrá causar buena cantidad de confusión y estorbar bastante las tentativas humanas de organizar el mundo con base en la ignorancia. Por eso Helena Blavatsky escribió que cuando comenzase la era de Acuario los psicólogos tendrían trabajo extra por hacer, y las idiosincrasias psíquicas de la humanidad entrarían en una gran transformación. En el mismo texto, ella indicó el año 1900 como el del inicio de la nueva era acuariana.
 
Según H. P. Blavatsky, “uno de los varios ciclos notables” que terminaron a finales del siglo XIX es “el ciclo mesiánico de los judíos samaritanos (y también cabalísticos) del hombre conectado con Piscis”. Blavatsky explicó: “Es un ciclo histórico y no muy largo, aunque muy oculto, que dura cerca de 2155 años solares, pero que tiene un significado verdadero solo cuando es calculado mediante los meses lunares. Ocurrió en el 2410 y el 255 a. C., o cuando el equinoccio entró en el signo del carnero, y nuevamente en el de Piscis”. [4]
 
Geoffrey Barborka, un estudioso del siglo veinte que escribió varios libros sobre las enseñanzas de la Sra. Blavatsky, comentó:
 
“Dado que 2155 años es el tiempo que dura cada uno de estos ciclos o eras de Aries y de Piscis, y como la era de Piscis comenzó en el 255 a. C, la fecha de inicio de la era de Acuario es el año 1900”. [5]
 
Aunque el año central haya sido el 1900, la transición de una era astrológica a otra es un proceso complejo. Sus efectos tardan algunos siglos en volverse plenamente visibles. En el plano oculto, el amanecer de la era de Acuario ocurrió a lo largo de 215 años. Culminó en 1900, pero terminó, matemáticamente, durante la primera década del siglo XXI. [6]
 
La era de Piscis estuvo marcada por el contraste dramático entre los ideales elevados y las prácticas egoístas. La explotación del hombre por el hombre, la intolerancia y el fanatismo arruinaron algunos de nuestros mejores sueños. Hubo un combate doloroso entre cielo (el aspecto positivo de Urano) e infierno (el aspecto negativo de Plutón) dentro del alma humana, y esta vivió la crucifixión por la dualidad. La luz infinita e inmortal era rechazada por el subconsciente. La redención solo podría ocurrir a través del despertar de la percepción espiritual, posibilitado por Urano, e impulsado por el poder regenerador que el aspecto positivo de Plutón simboliza.
 
La astróloga Pauline Stone muestra que, en los últimos siglos, el descubrimiento de cada nuevo planeta coincidió con fuertes transformaciones culturales e históricas. El planeta Urano fue descubierto en 1781, poco antes de la Revolución francesa, cuyo auge, en torno a 1793, marcó el año inaugural de la peligrosa transición a la era de Acuario. [7] Desde entonces, la libertad de pensamiento y los derechos humanos de cada individuo pasaron a ocupar un lugar destacado entre las prioridades del debate político en todo el mundo. La proclamación universal de los derechos del hombre es de 1789.
 
Como hemos visto, una de las lecciones centrales enseñadas por Urano es la fraternidad universal, que combina la amistad por todos los seres y el respeto a la independencia personal. Como parte de la transición que vivimos, la pareja humana y nuestras familias han buscado cada vez más – no sin sufrimiento – combinar amor y libertad, solidaridad e independencia, ética y desapego, respeto por los otros y por uno mismo. Esta combinación es un aspecto central de la energía acuariana, y fue definida en 1875 como la meta número uno del movimiento filosófico que abrió camino a la nueva era.
 
Astronómicamente, Neptuno, el gigante azul, fue descubierto en 1846. Dos años después, la publicación del Manifiesto Comunista de Karl Marx y Friedrich Engels proclamó el sueño visionario de una humanidad sin fronteras económicas, políticas, sociales o religiosas. Faltaba discernimiento. En la literatura, el romanticismo llegaba a su auge en todo el mundo. Ilusión, sueño e idealismo andaban juntos.
 
No siempre es fácil la tarea de comprender la enseñanza de Neptuno. Él nos muestra la unidad de todas las cosas y hace que el alma humana tenga una vivencia noble y amorosa de fusión del mundo personal con la energía mayor del universo. Sin embargo, esta lección debe ser compensada por la noción de límites, por el sentido común y por el discernimiento, cosas que el alma humana aprende con otro instructor, el riguroso Saturno, el señor del tiempo, de los límites y de las estructuras. Junto con Urano, Saturno es corregente del signo de Acuario. La era acuariana exige independencia, cooperación, comprensión, responsabilidad y discernimiento, para que se cumpla con eficiencia el ideal de la fraternidad, erigido durante la era de Piscis.
 
Equilibrando espíritu y materia, tendremos la cabeza en el cielo y los pies en la tierra. A medida que recibimos la influencia creciente de los planetas impersonales, el gran planeta de la ley del karma, Saturno, nos enseña un nuevo sentido de ética superior. La enseñanza se da a través de los propios desafíos que enfrentamos. Las crisis sociales, económicas y ecológicas son cosechas de lo que nosotros mismos sembramos. Estamos aprendiendo a percibir nuestra corresponsabilidad por la vida de la humanidad y de los otros seres en nuestro planeta.
 
El descubrimiento de Plutón, en 1930, anunció otra serie de transformaciones. El psicoanálisis de Sigmund Freud, que adquirió una dimensión mundial en los años 30, trajo la percepción consciente de los instintos del subconsciente humano y la posibilidad de transmutarlos para el bien, tarea que, astrológicamente, corresponde al inquieto Plutón, eternamente abrazado en lucha con su luna Caronte. En la misma época, 1930, el movimiento teosófico vivía una verdadera implosión; la economía mundial se sumergía en la crisis causada por la caída de las bolsas de valores de 1929; y poderosas fuerzas destructivas del subconsciente humano eran sacadas a flote por líderes políticos criminales y asesinos, como Adolf Hitler y Benito Mussolini.
 
El siglo XX no pasó en vano. Setenta años después de la creación del movimiento teosófico, la fundación de la ONU en 1945 estableció por primera vez en la historia humana una estructura institucional capaz de reunir a todas las naciones y culturas, y orientada expresamente a la fraternidad universal.
 
Los ciudadanos que critican a la ONU porque hoy es todavía un esbozo precario de una democracia mundial descubrirán, en el futuro, que la historia humana no es un esfuerzo repentino. Cada nueva era requiere varios siglos para ser completamente establecida. Aunque es incompleta, la ONU ya cuenta hoy con la acción consciente de numerosos movimientos espiritualistas y asociaciones religiosas, comunitarias y ecológicas. Hace un trabajo cada vez más importante promoviendo la paz entre los pueblos, la justicia social, la defensa de los grandes ecosistemas del planeta, la discusión de los nuevos rumbos económicos y una definición adecuada del futuro del proceso civilizatorio.
 
A pesar del tumulto aparente, estamos viviendo un despertar espiritual. Quien no sabe lo que está ocurriendo puede asustarse por el aspecto frecuentemente caótico de los acontecimientos externos. A pesar de sus incertidumbres, el actual proceso de globalización económica y cultural abre camino a un despertar espiritual único en la historia de la humanidad. En la primera mitad del siglo XXI, acabamos de cruzar el portal de ingreso a un nuevo período de cerca de dos mil años cuya característica será el sentimiento fraternal cada vez más consciente de los seres humanos por las innumerables formas de vida.
 
Se no es necesaria una catástrofe geológica tan grande que fuerce un reinicio radical de la experiencia humana, habrá entonces un desarrollo no solo mental, sino también tecnológico, incalculable que nos hará adoptar una actitud enteramente nueva ante el mundo físico. Este grado de esplendor de la sabiduría humana será apenas el comienzo del verdadero “regreso a casa” de nuestra alma. Cada ciudadano planetario podrá vivir una cierta transfiguración, redescubriendo, dentro de sí mismo, la presencia divina y la energía cósmica que antes consideraba externas, o que pensaba haber perdido de vista. Aun en el caso de un cambio geológico radical, el despertar de la visión fraternal de la vida – libre de manipulaciones clericales o autoritarias – es algo cierto, seguro e inevitable. En la naturaleza nada se crea, nada se pierde, todo se transforma y se recicla. “Lo que fue, será; lo que se hizo, se volverá a hacer”, enseña el Eclesiastés en la Biblia cristiana (1:9). La era de Urano y Acuario es una “nueva aparición” de la sabiduría eterna. Saliendo gradualmente de las aguas del olvido, el conocimiento divino resurge en medio de las crisis necesarias para la transición, y así trae paz y alivio a los ciudadanos de buena voluntad.
 
NOTAS:
 
[1] Véase el libro “A Astrologia do Karma”, de Pauline Stone, Ed. Pensamento, São Paulo, Brasil, 262 pp.
 
[2] Véase el volumen I, p. 102, em “The Secret Doctrine”,  nota a pie de página. Sobre Neptuno, examínese también “Collected Writings”, H. P. Blavatsky, TPH, volumen XIV, pp. 227-228.
 
[3] Dane Rudyar desarrolla este análisis en su libro “A Dimensão Galáctica da Astrologia”, Ed. Pensamento, SP, 200 pp.
 
[4] Véase “Collected Writings”, H. P. Blavatsky, TPH, volumen VIII, p. 174, nota a pie de página.
 
[5] Geoffrey Barborka, “Secret Doctrine Questions & Answers”, Wizards Bookshelf, San Diego, EUA, 2003, 197 pp., p. 100.
 
[6] En su obra monumental, “La Doctrina Secreta”, Helena Blavatsky afirma que la transición entre dos ciclos o eras es del diez por ciento de la duración del ciclo. (“The Secret Doctrine”, volumen II, p. 308, nota a pie de página). Las eras astrológicas que estamos examinando duran cerca de 2150 años. El diez por ciento de esto son 215 años. Para encontrar el inicio y el final de este período de “anochecer y amanecer”, debemos tomar como punto central el año 1900, indicado por HPB como el año de la transición, y retroceder la mitad de 215 años para encontrar el inicio del amanecer, y avanzar desde 1900 la mitad de 215 años para encontrar el final del amanecer. Retrocediendo 107 años y medio, encontramos el 1793, un año de auge de la Revolución francesa, cuyos ideales de “libertad, igualdad y fraternidad” son típicamente acuarianos. Avanzando 107 años y medio a partir del 1900, encontramos el año 2007. Este año marca, pues, el final numerológico y matemático del amanecer de Acuario.
 
[7] Sobre el año 1793, véase la nota número 6, arriba.
 
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Urano y la Civilización de la Solidaridad” fue publicado en los sitios de la Logia Independiente de Teósofos el 22 de septiembre de 2024. El artículo forma parte también de la edición de diciembre de 2021 de “El Teósofo Acuariano”. Se trata de una traducción, hecha por Alex Rambla Beltrán,  del texto Urano e a Civilização da Solidariedade”.
 
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