Cómo el Ciclo Solar Trae
Iniciaciones, Grandes y Pequeñas
Carlos Cardoso Aveline
El tiempo es circular. Todo lo que ocurre en el tiempo es cíclico. Cada final trae un nuevo comienzo, y la manera en que terminamos un año de nuestra vida ayuda a definir cómo será el año siguiente para nosotros.
Un breve momento es el resultado – y la causa – de procesos inmensamente largos. Según la filosofía esotérica, cada año que pasa es también un resumen de toda nuestra vida. El final de un ciclo es un momento oportuno para reflexionar sobre nuestras victorias y dificultades, hacer un balance y renovar la decisión de vivir con sabiduría.
Las cuatro estaciones del año corresponden a las cuatro grandes etapas de una vida humana. La segunda mitad del invierno es la infancia, que prepara la primavera de la juventud. En esta etapa todo parece ayudar a nuestro desarrollo personal: somos protegidos y educados, y las tendencias de la naturaleza conspiran a favor nuestro. Durante la primavera y el verano, que corresponden al período comprendido entre la juventud y la madurez, ocurren los grandes desafíos y los principales logros. Después viene el otoño, la primera parte de la vejez, cuando llega la hora de atenerse a lo fundamental y de compensar la disminución de las fuerzas con la sabiduría acumulada.
El ciclo termina con la primera mitad del invierno, la parte final de la vejez. Este es el momento de la gran renuncia, de tomar el camino de regreso al todo universal de donde un día vinimos, y de donde podremos surgir nuevamente para comenzar otra forma de existencia, sin recordar nada de nuestra encarnación anterior.
Lo que permite distinguir cada una de las cuatro estaciones es el ciclo anual de distribución de la energía solar. El sol es la gran fuente de vida material y espiritual en nuestro planeta. El futuro de cada fuerza vital depende directamente de su relación con él. Mucho más que una estrella física, el sol es en realidad el logos solar, la fuente espiritual de todo lo que acontece en cada uno de sus planetas. Así pues, el ciclo de la luz solar en nuestro planeta constituye un mapa del largo camino que cada alma humana debe recorrer, con sus períodos de expansión y retracción, crecimiento y decadencia, muerte y resurrección.
El Viaje Anual del Sol
La palabra solsticio, de origen latino, significa “sol inmóvil”.
En el punto culminante del verano, el solsticio es el momento en que la luz del sol deja de aumentar y empieza a disminuir, abriendo camino al otoño. Y en el auge del invierno, el solsticio indica el momento en que la luz del sol para de disminuir y vuelve a aumentar, preparando la primavera.
El solsticio de invierno es el momento de la noche más larga del año, a partir del cual el sol comienza a recuperar fuerzas. De ahí surge la idea de nacimiento o renacimiento. En el hemisferio norte, este acontecimiento astronómico corresponde al período de la Navidad, porque los cristianos adoptaron la antigua Fiesta del Sol de la tradición pagana.
En el hemisferio sur, el solsticio de invierno corresponde a las fiestas juninas de Brasil. En junio, el fuego nocturno representa la luz del sol venciendo a la oscuridad de la noche, símbolo que corresponde a la primera gran iniciación. Hay un nacimiento espiritual después de un largo período probatorio en el que el buscador de la verdad fue duramente puesto a prueba por la vida. Se produce el despertar del Cristo interior, la intuición espiritual, la luz de Buddhi. En el Nuevo Testamento, Jesús habla de la primera iniciación cuando enseña lo siguiente:
“De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. (Mateo, 18:3)
La idea está clara: el iniciado de primer grado es puro como un niño. El foco de su consciencia ha nacido en el plano del yo inmortal. Puede que su consciencia sea todavía como un niño indefenso que vive precariamente y es amenazado por Herodes (el egoísmo circundante), pero, aun así, ya ha nacido y está situada en el centro de la vida concreta, iluminando todas las cosas.
El segundo gran momento del viaje evolutivo del alma avanzada está simbolizado astronómicamente por el equinoccio de primavera, en el que el día y la noche tienen fuerzas y dimensiones iguales, durante la fase creciente de la luz. La palabra “equinoccio” también es de origen latino y significa “noche igual”.
La tercera etapa se abre con el solsticio de verano, que en el hemisferio sur corresponde a la Navidad, y, en el hemisferio norte, al mes de junio. En esta fase la duración del día es máxima y comienza a dar paso al otoño.
El último gran acontecimiento del ciclo es el equinoccio de otoño, cuando la noche alcanza la misma duración que el día. Después llega el invierno, que simboliza la muerte. Cada invierno dará lugar a un nuevo renacimiento.
La visión del camino evolutivo del alma humana inmortal a través de cuatro grandes iniciaciones, hasta alcanzar la perfección, es tan vieja como la filosofía esotérica. Comparado con ella, el cristianismo es un fenómeno de corto plazo.
Las Grandes Iniciaciones
Muchos siglos antes de la era cristiana, la filosofía oriental ya tenía nombres sánscritos para designar los niveles superiores del camino espiritual.
La quinta etapa, la “resurrección de Cristo”, es, en verdad, el despertar en el reino divino del gran adepto, mahatma, rishi o sabio, que “crucificó” su condición humana, es decir, se liberó de la rueda del renacimiento obligatorio. Esta es la quinta gran iniciación.
Veamos qué enseña la tradición esotérica.
La primera gran iniciación, srotapatti, se caracteriza por la total ausencia de egoísmo en el corazón del ser humano. La humildad, simbolizada en el lenguaje cristiano por el pobre pesebre, hace referencia a la ausencia de orgullo o egoísmo. La presencia de varios animales alrededor del niño Jesús simboliza la comunión esencial del iniciado con todos los seres.
Las estrellas en el cielo muestran que esta unidad fundamental incluye el universo entero. Las fuerzas poderosas puestas en movimiento para tratar de frustrar su nacimiento simbolizan las pruebas que el alma debe superar. Reflejan también el hecho de que una gran iniciación es un momento de fragilidad y vulnerabilidad, desde el punto de vista del mundo externo.
La segunda iniciación, sakridagamin, corresponde al surgimiento de un intelecto fuerte al servicio del corazón. Es el equinoccio de primavera, que establece el predominio creciente de la luz. En la vida de Cristo corresponde al momento en que el niño Jesús predica a los doctores en el templo (Lucas, 2:46-49). En esta etapa se produce el despertar de la mente superior, manas, la inteligencia libre de las apariencias, ágil, ecléctica, capaz de ver con claridad la misma verdad esencial en todas las buenas religiones, ciencias y filosofías.
Para el iniciado de segundo grado, el pensamiento positivo y la acción solidaria son la consecuencia natural del hecho de que él percibe sin esfuerzo el dominio de la Ley del Equilibrio sobre la realidad aparente, cuyas numerosas trampas solo engañan al ingenuo y al “astuto”. Si la primera iniciación hace que uno vea la vida desde el punto de vista de la bondad, la segunda pone una inteligencia de gran poder al servicio del amor altruista. Es la primavera iluminando el mundo.
La tercera iniciación, anagamin, corresponde, como vimos, al solsticio de verano.
En este momento el sol ha llegado a su auge y avanza en dirección a la renuncia. En la vida de Jesús, es la transfiguración (Mateo, 17). En un alto monte, el rostro de Jesús “resplandece como el sol”. A continuación él percibe todo el sufrimiento que el futuro le depara, así como su propia muerte y resurrección (Mt, 17:22-23).
Al asumir la iniciación anagamin, el alma toma la firme decisión de ir hasta el final en el sacrificio de su condición humana, sabiendo que el proceso culminará en la crucifixión de su personalidad, o aniquilación del yo inferior, para poder renacer en el mundo divino.
La cuarta iniciación, llamada arhat, corresponde astronómicamente al equinoccio de otoño, y, en la vida de Jesús, a la crucifixión. Representa la llegada de la muerte, o invierno, lo cual hará posible renacer más allá de los límites del universo conocido. En esta etapa el alma muere definitivamente respecto a las experiencias del reino humano.
La quinta iniciación, aseka, corresponde a la resurrección. El adepto, mahatma, rishi o Inmortal – simbolizado por Jesús en el Nuevo Testamento – resurge en un reino superior al humano y se libera del sufrimiento tal como lo conocemos, pero todavía permanecerá guiando a la humanidad a lo largo del camino de la sabiduría.
Hay por lo menos dos conclusiones prácticas que podemos sacar del viaje mágico del alma humana.
La primera de ellas es que todos pueden buscar desde ya metas divinas, independientemente de lo lejos que estas puedan encontrarse. Esta opción tendrá efectos positivos inmediatos en la vida del aprendiz. En la etapa evolutiva actual, los ciudadanos capaces de aprovechar lo mejor que hay en las diferentes religiones y filosofías pueden prepararse activamente para la primera gran iniciación. Sin embargo, no conviene tener prisa. La ignorancia espiritual solo desaparece poco a poco, y el proceso preliminar requiere varias vidas.
El alma humana no interrumpe su aprendizaje espiritual al final de una única existencia, sino que renace repetidamente para ganar más experiencia y avanzar en dirección a la luz, hasta alcanzar la maestría – el “adeptado” – y completar el ciclo evolutivo del reino humano.
En cada nueva encarnación, el aprendizaje espiritual es retomado en el mismo punto en que fue interrumpido en la vida anterior, aunque las circunstancias externas puedan ser completamente diferentes. Después habrá otra vida, y otra, hasta alcanzar las varias iniciaciones. Finalmente el alma se liberará de las limitaciones humanas.
De acuerdo con la visión trascendente que la filosofía esotérica propone, la vida en el planeta Tierra constituye una única ola evolutiva y forma parte de la vida más amplia del cosmos. En nuestro jardín planetario, las vidas vegetales van camino del reino animal. Las almas de los animales avanzan hacia el reino humano. Las almas humanas progresan lentamente en dirección al mundo divino. La luz de la sabiduría eterna circula por el universo entero, reciclando constantemente el espíritu y la materia.
Prepararse para la primera gran iniciación, srotapatti, es abrir camino a la Navidad Interior, es decir, al nacimiento de Cristo en la consciencia del aprendiz.
Si el peregrino no encuentra al Maestro dentro de sí, será inútil buscar en otra parte. Este es el camino de la autopurificación. El estudiante tiene que desarrollar la humildad necesaria para, primero, observar con serenidad el movimiento del egoísmo en su interior, y después liberarse paso a paso de los intereses y preocupaciones egocéntricos, poniéndose al servicio de la verdad y de la justicia en las diferentes dimensiones de la vida. De este modo él aprende a identificarse con la vida mayor y no con los impulsos animales, la búsqueda de seguridad personal y los intentos de escapar de cualquier expectativa de dolor.
La segunda conclusión práctica es que la historia del Nuevo Testamento simboliza la vida de todos los seres humanos que buscan la sabiduría. En cierto modo, hoy en día es posible vivir ejemplos pequeños pero inspiradores del significado de las cinco grandes iniciaciones. Los misterios eternos están siempre a nuestro lado, listos para cuando despertemos de la ignorancia, e inspirándonos en todo lo posible.
Tal vez ahora sea el momento.
Al final de cada año o de cada etapa – grande o pequeña – de nuestra vida, nada nos impide hacer un inventario y evaluar nuestra capacidad de nacer y de renacer cada día libres del pasado y de los procesos de rencor, odio, codicia y otros sentimientos negativos.
Es posible anticipar algo de la segunda iniciación y observar periódicamente nuestro nivel de coraje para buscar la verdad, para observar la realidad más allá de nuestras opiniones e ideas fijas favoritas, para estudiar cosas nuevas y abrir nuevos caminos en nuestra vida intelectual. Es oportuno optar por la inteligencia del corazón y no por la astucia de la mente egoísta. En los aspectos de la vida en que ya vemos el anuncio del otoño y del invierno, podemos tomar la firme decisión de renunciar a todo lo que no es realmente nuestro. El peregrino sensato coopera con la vida incluso cuando ella no le ofrece cosas agradables, y elige el camino del desapego. De esta manera el aprendiz puede vivir una pequeña parte anticipada de la tercera iniciación.
Podemos evaluar también las varias “crucifixiones” por las que hemos pasado en esta vida. ¿Cuántos desesperos y derrotas hemos tenido? ¿Cuántas lecciones hemos aprendido? ¿Cuál es nuestra actitud cuando experimentamos crucifixiones, traiciones e injusticias?
¿Permanecemos en el territorio de la verdad, de la ética y del amor altruista? ¿Y cuántas veces, después de la tempestad y de la cruz, llegó la bonanza de la resurrección? ¿Cuántas veces se abrió inesperadamente ante nosotros una nueva etapa de la vida, primaveral, llena de promesas y potencialidades, después de haber sabido sufrir sin odio o desesperación? La resurrección es una Navidad en un nivel más elevado, así como la Navidad es la promesa de la resurrección total a la que nuestra alma tendrá derecho algún día, al final de un aprendizaje de varias encarnaciones.
La Navidad ocurre poco antes del Año Nuevo. Esta proximidad simboliza el hecho de que el nacimiento de una nueva consciencia más sabia abre la puerta del tiempo a un nuevo comienzo práctico de la vida. Así pues, el mejor pesebre está en nuestro corazón y nuestra mente: es allí donde acontece cada día el milagro del nacimiento y de la iniciación.
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El artículo “La Magia del Final del Año” es una traducción del portugués y ha sido hecha por Alex Rambla Beltrán, con apoyo de nuestro equipo editorial, del cual forma parte el autor. Título original y link: “A Magia do Final de Ano”. La publicación en español ocurrió el 27 de diciembre de 2019.
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