La Enseñanza de los Maestros Permite
Reflexionar Sobre la Situación Humana Actual
 
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
Una joven delante del Machu Picchu
 
 
 
Desde el punto de vista de la teosofía, la evolución humana se desarrolla a través de varias fases de largo plazo que fluyen paralelamente al tiempo geológico.
 
La filosofía esotérica afirma: en un determinado nivel de esta evolución – que es simultáneamente planetaria y espiritual – las almas humanas, todas ellas, pasan por siete razas.
 
Está claro que una “raza”, aquí, no significa algo meramente físico y no es excluyente. Una “raza” incluye o incluirá, tarde o temprano, a la humanidad en conjunto. Por medio de la reencarnación, todas las almas humanas nacen en algún momento en cada “raza”. La teosofía enseña la fraternidad universal porque la humanidad es un único proceso inclusivo. No estamos separados unos de otros, así como no estamos separados de los árboles, de los animales, de las estrellas, del suelo, del polvo, ni de los planetas.
 
Teniendo esto claro, debe considerarse que, de acuerdo con la teosofía, las siete razas son siete notas de sonido mántrico y kármico, o siete tonos en la música de las esferas: en otras palabras, en la música de la evolución del alma.
 
La filosofía esotérica afirma que las naciones andinas y los pueblos indígenas de América Central y del Norte son descendientes de la cuarta raza. Y la cuarta raza desarrolla especialmente el cuarto principio o nivel de consciencia en los seres humanos, es decir, su centro emocional.
 
La actual civilización materialista ha sido construida por influencia de Europa occidental y de la América del Norte posterior al siglo XVI. Ella ha desarrollado en alto grado el quinto principio de la consciencia: el pensamiento y la mente. Ha expandido el pensamiento a menudo separándolo de los sentimientos, desconectándolo, por tanto, del cuarto principio, el emocional.
 
La crueldad de los europeos en relación con los pueblos indígenas de las Américas, durante el período colonial, se explica en parte por esta “separación” entre pensamiento y sentimiento. Está claro que hubo crueldad igualmente durante la cuarta raza, pero no vamos a examinar estos detalles ahora. Basta con decir que en las emociones, en el cuarto principio, también puede haber separación. Además, la fragmentación mental suele estar asociada a la fragmentación emocional. Las varias formas de la ilusión de la separatividad pueden llevar a la crueldad, al sadismo, al masoquismo, etcétera.
 
Afortunadamente, existen niveles más elevados de percepción.
 
En la cultura occidental, el sexto principio de la consciencia humana es simbolizado por Jesucristo. El sexto principio es el centro de la compasión universal, presente en cada uno de nosotros. “Cristo vive en todos los corazones”, porque la palabra “Cristo” significa el alma espiritual de cada ser humano, en terminología cristiana.
 
Cabe recordar que en la carta 23 B de “Las Cartas de los Mahatmas” [1], vemos algo interesante al final de la respuesta a la pregunta número dos. El Maestro de Sabiduría dice:
 
“(…) Las pocas de las viejas [sociedades] supervivientes [de la cuarta raza], ahora en la segunda infancia, sólo esperan a su Mesías – la sexta raza – para resucitar a una nueva vida y comenzar de nuevo más fuertes aún a lo largo del sendero de un nuevo ciclo (…)”.
 
Esto significa que la sexta raza – la raza del sexto principio de la consciencia, la raza de la compasión universal y de la fraternidad planetaria, la próxima serie de civilizaciones – es el Mesías, el salvador, el Hermano amable de los restos de la cuarta raza, entre ellos las naciones andinas.
 
En otras palabras, la evolución se desarrolla en espiral.
 
Uno tiene que amar su pasado para ver su futuro, y para construirlo como un proceso sano.
 
Los precursores del futuro vienen para rescatar la sabiduría, la simplicidad voluntaria, el amor por la naturaleza y otras cualidades espirituales de las naciones humildes que descienden de la cuarta etapa de la evolución humana.
 
Al observar y purificar nuestras emociones – el cuarto principio – expandimos la conexión con nuestra propia alma espiritual y la intuición divina.
 
Los pueblos “desarrollados” de Occidente son hijos de las sociedades antiguas. Deben ser humildes ante el tiempo y estar agradecidos por el pasado. Y deben preguntarse por qué motivo toda civilización tiene que dejar de existir, después de algún tiempo de aparente “gloria”.
 
Una “raza” o “raza-raíz”, en teosofía, corresponde a un período de la evolución humana mucho más largo de lo que normalmente se pensaría. Una raza-raíz incluye varios ciclos geológicos que van mucho más allá de la estructura temporal de nuestra antropología convencional.
 
Durante las primeras razas del ciclo actual de nuestra humanidad, por ejemplo, vivíamos en el “jardín del Edén”.
 
El bello paraíso del jardín del Señor, con su humanidad preadámica, es un relato simbólico y un mito que describe a la humanidad antes de que necesitara ser totalmente física. La separación de los sexos y el acto de probar el fruto del árbol del conocimiento marcaron el instante en que la vida humana se volvió enteramente material y su mente pasó a ser una prioridad. Antes de ello, dice la filosofía esotérica, hubo una época en que éramos principalmente seres espirituales. El salto a la vida física ocurrió en mitad de la tercera raza.
 
La cuarta raza – otro período de tiempo muy largo – tuvo lugar cuando la Atlántida dominaba la cultura mundial. Los tiempos gloriosos del pasado andino remoto son atlantes. Lo mismo sucede con las principales naciones indígenas de América Central y del Norte. De este hecho básico podemos inferir que constituye una bendición ser amigo o miembro de las naciones andinas. Esta experiencia nos da una sensación de duración inmensa, una noción trascendente del tiempo, que es el padre de la sabiduría. Las naciones andinas y otras comunidades indígenas son hermanas mayores de la cultura grecorromana, y merecen un profundo respeto.
 
Cada raza debe pasar por siete subrazas durante su vida, y la mayor parte del tiempo coexisten diferentes subrazas. Las antiguas naciones indígenas andinas, centroamericanas y norteamericanas corresponden a una o dos subrazas de la cuarta raza-raíz de nuestra humanidad. Los antiguos pueblos chinos, japoneses, mongoles y del Extremo Oriente corresponden a otras subrazas. La India antigua, a su vez, es la cuna de la quinta raza. Las almas necesitan aprender de diferentes situaciones, y quien nace en alguna raza o subraza hoy puede nacer en otra en un momento posterior. Por tanto, la fraternidad y la ayuda mutua son la ley universal.
 
La comprensión del pasado ocurre simultáneamente con la comprensión del futuro. El horizonte del ser humano debe expandirse en ambas direcciones. Como consecuencia de esta exigencia de la ley del karma, aquel que desprecia el pasado cierra la puerta a un futuro sano. Amando a nuestros abuelos y aprendiendo de ellos, nos volvemos capaces de comprender mejor a nuestros nietos cuando llegamos a la edad adecuada.
 
Una subraza es una fase más corta de la evolución humana que una raza, pero no es demasiado breve, porque corresponde a una larga serie de civilizaciones.
 
En las Cartas de los Mahatmas, un maestro de sabiduría oriental intenta explicar a Alfred Sinnett, su discípulo laico, que no tiene motivos para enorgullecerse demasiado del progreso económico de Occidente. El progreso, y especialmente los sentimientos de ansiedad por el progreso material, generalmente preceden y preparan el fin de una civilización. El maestro compara el ciclo de las sociedades nativas de las Américas con el ciclo de la civilización materialista actual:
 
“¿Qué saben ustedes de América, por ejemplo, antes de la invasión de ese país por los españoles? Menos de dos siglos antes de la llegada de Cortés existía ya una ‘aceleración’ tan grande hacia el progreso entre las Subrazas del Perú y México, como la que existe ahora en Europa y en los Estados Unidos de América. La subraza de ellos terminó en casi la total aniquilación por causas generadas por ella misma; eso pasará con la de ustedes al final de su ciclo”. [2]
 
El tiempo es eterno y cíclico. Entrando en diálogo con él, aprendemos lecciones sagradas del pasado, próximo y distante, y pasamos a estar en sintonía, por lo menos en parte, con el conocimiento que trasciende los altibajos de la historia humana.
 
Más adelante, en la misma carta, el Maestro dice:
 
“La aproximación de cada nueva ‘oscuración’ siempre viene precedida por cataclismos – sean de fuego o de agua. Pero, aparte de esto, cada ‘Anillo’ o Raza Raíz tiene que cortarse en dos, por así decirlo, ya sea por el fuego o por el agua”.
 
La última vez, el cataclismo llegó a la Atlántida a través del agua. La próxima ocasión, debería surgir por medio del fuego. Y el fuego está relacionado con el exceso de CO2 o dióxido de carbono en la atmósfera, así como a la quema de bosques y al aumento de la actividad volcánica. Se trata de algo para anotar y observar.
 
El maestro prosigue:
 
“Así, habiendo alcanzado la Cuarta Raza la cúspide de su desarrollo y de su gloria – los atlantes fueron destruidos por el agua; ahora ustedes no encontrarán más que sus restos degenerados perdidos, cuyas subrazas, sin embargo, sí que tuvieron cada una de ellas sus florecientes días de gloria y de relativa grandeza. Lo que ahora son, lo serán ustedes algún día, porque la ley de los ciclos es una e inmutable”.
 
Y el raja yogui añade, con relación al momento en que esto acontecerá:
 
“Cuando vuestra Raza – la quinta – haya alcanzado su cenit de intelectualidad física y haya desarrollado la civilización más elevada (…), incapaz de superar su propio ciclo, su progreso hacia el mal absoluto será detenido (al igual que sus predecesores, los habitantes de Lemuria y de la Atlántida, hombres de las razas tercera y cuarta, fueron detenidos en su progreso hacia lo mismo) por uno de esos cataclismos; su gran civilización será destruida (…)”. [3]
 
Esa destrucción no necesariamente será repentina. No tiene establecida una fecha u hora para ocurrir. Aunque la caída de la Atlántida, por ejemplo, haya tenido sus momentos decisivos, en realidad fue gradual y tomó mucho tiempo. No hay necesidad de apegarnos a la idea de que lo sabemos todo. Una mente abierta es un factor esencial en la búsqueda de la verdad. Podemos aprender más haciendo buenas preguntas que esforzándonos en creer en esta o aquella respuesta posible.
 
Sabemos que, hasta cierto punto, la civilización actual es espiritualmente ciega. Su vida está marcada por el miedo y la ansiedad, en gran parte porque es prisionera de una percepción cortoplacista del tiempo. Muchos de sus ciudadanos hasta ignoran el proceso básico de la reencarnación de las almas espirituales, que ocurre en estricta conformidad con la ley universal del karma y de la justicia.
 
¿De qué modo la evolución humana podrá liberarse de esas limitaciones sociológicas?
 
El maestro de sabiduría da algunas ideas al respecto, conforme hemos visto arriba. Muchas otras indicaciones y elementos de información se encuentran en pasajes importantes de las enseñanzas de la teosofía auténtica. Los estudiantes tienen mucho que observar e investigar sobre el tema hoy en día, y las tradiciones andinas son una fuente profunda de aprendizaje.
 
Algunos de nuestros lectores están familiarizados con el hecho de que, según Helena Blavatsky, existen sabios inmortales viviendo en la región andina, y que los maestros y discípulos de los Andes son grandes amigos de los discípulos y mahatmas de los Himalayas.[4] Este hecho misterioso merece una investigación sosegada, silenciosa y contemplativa. Al mismo tiempo, requiere estudios filosóficos e históricos. Es por sintonía y afinidad por lo que nos aproximamos gradualmente a los niveles más elevados de la percepción de la realidad.
 
NOTAS:
 
[1]Las Cartas de los Mahatmas”, Barcelona, España, 1994, carta 23 B, p. 215.
 
[2]Las Cartas de los Mahatmas”, Barcelona, España, 1994, carta 23 B, p. 213.
 
[3]Las Cartas de los Mahatmas”, Barcelona, España, 1994, carta 23 B, p. 224.
 
[4] “Letters of H. P. Blavatsky to A.P. Sinnett”, TUP, Pasadena, California, EUA, p. 85.
 
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El artículo “Los Andes y el Futuro” fue publicado por primera vez en la edición de enero de 2022 de “El Teósofo Acuariano”, pp. 1-5. Su publicación como texto independiente en los sitios web de la LIT ocurrió el 24 de septiembre de 2024.
 
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