El Diálogo Sin Palabras de los Sentimientos,
en el Océano de los Pensamientos Humanos
Carlos Cardoso Aveline
Durante una reunión, se te ocurre una idea, y en el mismo instante alguien le dice a todo el mundo lo que acabas de pensar. Puede que creas que esto es solo una coincidencia.
En otra ocasión, piensas en alguien y suena el teléfono. Contestas al teléfono, y es la persona en la que pensabas. Puede que quieras forzarte a pensar que esto también ha ocurrido por pura casualidad. Sin embargo, un día te levantas por la mañana pensando en un viejo conocido de quien no sabes nada desde hace muchos años, y más tarde recibes una carta o un mensaje de él. O llegas a una reunión en el mismo momento en que tu nombre está siendo mencionado.
Estos sucesos son frecuentes en la vida diaria, y ninguno de ellos es una simple coincidencia. Son ejemplos concretos de una de las funciones más fascinantes de la consciencia humana: la telepatía, la percepción y la transmisión de sentimientos e ideas a distancia.
El término “telepatía” está formado por dos palabras griegas: “tele” (“a distancia”) y “pathos” (“sentimiento, sufrimiento”). El significado literal es “sentir a distancia”.
Por lo tanto, la palabra significa mucho más que la mera transmisión de pensamientos lógicos y bien definidos. Incluye todos los tipos de contacto entre dos o más mentes, cuando este contacto trasciende (aunque a menudo incluye) la ayuda de los cinco sentidos.
El fenómeno es más frecuente de lo que generalmente se piensa, pero en la mayor parte de los casos ocurre de manera semiconsciente, inadvertida e involuntaria. La telepatía está presente en los varios aspectos de la vida diaria, aunque de modo parcial y distorsionado. Los que saben esto son más cuidadosos con lo que piensan y sienten respecto a las personas y las situaciones.
La afinidad magnética que hace posible la telepatía puede ser armoniosa o no. Los intercambios telepáticos son fuente de sufrimientos y de bendiciones. No todo lo que es similar puede combinarse armoniosamente. No todo lo que es diferente se complementa. Para evitar problemas, la mejor opción es dejar de pensar de manera incorrecta e intensificar la práctica incondicional del pensamiento correcto.
En algunas situaciones, y en especial cuando silenciamos nuestra mente, podemos escuchar pensamientos. No oímos palabras, pero percibimos las ideas y los sentimientos íntimos de los demás. Los pensamientos se transmiten de manera natural e inexacta. La telepatía ocurre en silencio y junto con la comunicación verbal; utiliza las palabras como vehículo e instrumento; le da un significado más profundo a lo que una persona dice o escucha. La telepatía escribe una versión diferente del viejo refrán popular:
“Ojos que no ven, corazón que siente”.
El estudiante de teosofía debe reducir el grado de inexactitud en la manera en que su corazón siente, y debe mejorar la manera en que su corazón habla sin palabras.
Una familia, un grupo de amigos y una escuela de filosofía son campos telepáticos. Son territorios sutiles habitados por grupos de pensamientos y sentimientos. La telepatía desapercibida es parcialmente responsable de las costumbres, las opiniones y los hábitos colectivos que llegan a ser unánimes. La telepatía explica también el fenómeno del liderazgo.
Al igual que la telepatía, la transmisión de palabras escritas o habladas es un proceso magnético. Una idea correcta, emitida por alguien en un contexto y momento favorables, se transmite rápidamente a la consciencia de muchos.
La misma idea correcta, si es emitida en un momento y contexto desfavorables, puede que sea ignorada por las otras mentes y necesite mucho tiempo para que su valor sea socialmente reconocido. En todas las épocas, los pioneros de la evolución deben abrir nuevos caminos en condiciones difíciles, y deben desafiar al poder acumulado de la ignorancia colectiva, hasta que sus ideas son reconocidas como verdaderas y transmitidas en círculos más amplios, rasgando el velo de las ilusiones previas. Los pioneros de la fraternidad universal, por ejemplo, han estado trabajando durante muchos milenios por mantener viva la percepción de este ideal y preservar la ética, la sabiduría y el discernimiento, que son inseparables de dicho ideal. Su misión continuará hasta que la humanidad despierte por completo de la triste pesadilla de las civilizaciones poco fraternales.
En la vida individual, la telepatía es una forma de diálogo directo entre las auras humanas. Ella refuerza y acelera los procesos de armonía y desarmonía. Cuando alguien conoce a otra persona y simpatiza con ella, pensará bien de esta persona. Los pensamientos y sentimientos positivos le llegan al otro, y si hay una verdadera afinidad, pueden surgir la amistad y la cooperación. Cuando a un individuo le disgusta una persona que conoce, sus pensamientos y sentimientos también le llegan a esta persona, y, si otros factores no son más fuertes, los sentimientos negativos serán mutuos.
De este hecho podemos sacar la siguiente conclusión: si estimulas los sentimientos equilibrados y constructivos de respeto por todas las personas – incluyendo aquellas con las que tienes una relación difícil -, la ley de la reciprocidad magnética y la circulación inevitable de los pensamientos y sentimientos te permitirán cosechar los buenos frutos que sembraste.
El universo no tiene, ni permite que existan, secretos duraderos basados en la separatividad o en la ausencia de comunicación. Hay algunos hechos que los humanos no comprenden, y para los que muchos no están preparados. Los verdaderos secretos esotéricos, por ejemplo, son preservados como tales porque ocurren en planos de pensamiento abstracto y de percepción universal que las mentes no preparadas e inatentas son incapaces de alcanzar, y porque a menudo tienen efectos dañinos sobre las mentes infantiles o egocéntricas.
La ley del karma no admite excepciones: lo que se va, debe volver. Lo que se siembra, se cosecha. Todo lo que haces, piensas, sientes, sueñas y deseas respecto a ti y a los demás queda registrado y, sea bueno o malo, dará sus frutos en algún momento, incluyendo las vidas futuras de tu alma espiritual. Este es el gran poder y la gran responsabilidad del pensamiento humano.
El magnetismo de las ideas altruistas hace que la transmisión telepática sea más fácil. Sin embargo, esto no significa que los sentimientos de ira permanezcan aislados. La ira se transmite bien a corto plazo, pero a medio y a largo plazo tiende a provocar un sentido de separatividad. El rencor y el pesimismo producen una sensación de aislamiento. En cambio, el magnetismo de la solidaridad une y estimula la confianza. Según Helena Blavatsky, lo único que puede separar dos mentes es la diferencia entre sus estados de consciencia, y no la distancia física. Ella escribió:
“No falta mucho tiempo para que el mundo de la ciencia se vea obligado a reconocer que existen las interacciones entre una mente y otra, independientemente de la distancia que las separe, del mismo modo que existen las interacciones entre dos cuerpos que están en contacto directo. Cuando dos mentes están armoniosamente relacionadas y los instrumentos por medio de los cuales ellas funcionan están regulados para responderse magnética y eléctricamente el uno al otro, no hay nada que impida la transmisión voluntaria de pensamientos de una mente a otra; dado que la mente no es de naturaleza tangible, la distancia no puede separarla de aquello que contempla, y, por consiguiente, la única diferencia que puede existir entre dos mentes es una diferencia de ESTADO. Por tanto, si este obstáculo es superado, ¿dónde está el ‘milagro’ de la transferencia del pensamiento a distancia?”. [1]
La telepatía subconsciente que une las mentes humanas es la causa de la vigilancia tradicional de los padres que quieren asegurarse de que sus hijos tengan amistades correctas. Al pasar tiempo con un individuo que tiene pensamientos correctos, uno absorbe telepáticamente la energía mental elevada.
No es siempre necesario que un hombre sabio esté cerca de personas que piensan correctamente. En el Nuevo Testamento, Jesús está rodeado de pecadores y los ayuda a regenerarse moral y espiritualmente. Un hombre bueno y sabio tiene el poder de irradiar luz y paz a su alrededor, y su propia pureza le protege de la contaminación magnética de los sentimientos negativos. La obra clásica “Dhammapada” dice:
“Llamo brahmán a aquel que es amable entre los hostiles, suave entre los violentos y libre de ambiciones entre los codiciosos”. [2]
Es por la telepatía subconsciente que, cuando estamos en presencia de una persona verdaderamente santa, nos sentimos inspirados y elevados. Esta es la razón por la que los Versos de Oro de Pitágoras recomiendan:
“… Escoge como amigo aquel que se distingue por su virtud”.
La ley de la naturaleza establece que lo semejante atrae a lo semejante. Uno debe seguir su tendencia natural a buscar la verdad y la bondad, evitando y limitando otras influencias. Pero ¿cómo se produce la transmisión de pensamientos y sentimientos? El teósofo indio Subba Row escribió en el siglo XIX:
“La única explicación que podemos dar del fenómeno de la transmisión del pensamiento se basa en la existencia del fluido astral, un fluido que existe en todo el sistema solar manifestado, pero que no se extiende más allá de él”. [3]
De acuerdo con la ciencia esotérica, el akasha o luz astral es el equivalente sutil y trascendente de los planos material, vital, emocional y mental. Algunos párrafos más adelante, Subba Row añadió: “Quizás la idea de materia en estado ultragaseoso – la materia radiante – pueda ayudarnos a concebir lo que es el fluido astral”.
El concepto de “materia radiante” era usado a finales del siglo XIX para referirse a lo que más tarde se llamaría energía radiactiva o atómica. Técnicamente, la energía atómica pertenece a uno de los niveles inferiores del akasha o luz astral.
Subba Row dice que el fluido astral existe uniformemente por todo el espacio del sistema solar. Sin embargo, es más denso alrededor de ciertos objetos u organismos debido a la acción molecular de ellos: “… Este es especialmente el caso alrededor del cerebro y de la médula espinal de los seres humanos, donde el fluido astral forma lo que llamamos aura. Es esta aura en torno a las células y fibras nerviosas la que le permite al hombre captar las impresiones registradas en la Luz Astral del cosmos”. [4]
Cada pensamiento ocurre junto con un cambio correspondiente en las energías del sistema nervioso. A medio y largo plazo, el sistema nervioso siempre se adapta a la naturaleza de los pensamientos que producimos. La energía de los nervios tiene su aura, y está unida a ella fuerte e íntimamente. El aura funciona como una antena unida al mundo sutil. Subba Row escribe:
“En ciertos casos vemos que una persona experimenta una sensación de calamidad cuando un amigo físicamente distante está muriendo (…). Creemos que, de algún modo, nuestras ideas mentales están conectadas con las emociones de placer y de dolor (…)”. Otras corrientes transmiten “sentimientos sin imágenes”. [5]
En función de la calidad interior de su consciencia, cada ciudadano tendrá el hábito de estar en sintonía con algunos niveles superiores de realidad, o será capaz de alcanzarlos por su propio esfuerzo.
Nadie es una víctima pasiva de las circunstancias. Los propios seres humanos crean la atmósfera psíquica en la que deben respirar y vivir. Un raja yogui de los Himalayas escribió:
“… Cada pensamiento del hombre, al ser producido, pasa al mundo interior y se convierte en una entidad activa al asociarse – fusionarse, podríamos decir – con un elemental, esto es, con una de las fuerzas semi-inteligentes de los reinos. Sobrevive como una inteligencia activa, una criatura de la mente, por un periodo más largo o más corto proporcional a la intensidad original de la acción cerebral que lo generó. Por lo tanto, un buen pensamiento se perpetúa como un poder activo benéfico; un mal pensamiento, como un demonio maléfico. Y así el hombre está continuamente poblando la corriente en el espacio con un mundo propio, lleno de los resultados de sus fantasías, deseos, impulsos y pasiones, una corriente que reacciona sobre cualquier organización sensible y/o nerviosa que se pone en contacto con ella en proporción a su intensidad dinámica”. [6]
Vaya donde vaya, un ser humano lleva consigo, en su aura, un bagaje lleno de pensamientos, emociones y registros de acontecimientos pasados. También lleva consigo las semillas directas e indirectas de su futuro. Parte de ese bagaje kármico viene de vidas anteriores. El contenido de su aura guía al individuo a lo largo de la vida, pero no suprime su libertad ni su responsabilidad.
El libre albedrío consiste en elegir el karma que uno sembrará a cada momento, y en decidir qué semillas hará germinar en las condiciones existentes. Dentro de los límites que el karma ofrece, uno puede escoger las influencias que estarán a su alrededor. Uno también puede trabajar para que las circunstancias externas mejoren, empezando por mejorarse a sí mismo.
Existen numerosas posibilidades de interacción entre mentes. La teosofía nos invita a recordar que cada ser humano es un resumen del cosmos y contiene un mundo en su consciencia. Cuando dos personas tienen opiniones diferentes sobre alguien, a menudo esto sucede porque ellas perciben aspectos o niveles distintos de la totalidad del ser de esa persona. Es imposible observar con absoluta neutralidad. Cada observación ejerce algún tipo de influencia sobre aquello que se observa.
Cuando un individuo que es consciente de la telepatía involuntaria desea actuar de manera correcta ante el desafío, él comienza a esforzarse en purificar su mente y dejar de lado la tentación del pensamiento destructivo. El autocontrol y la autopurificación se vuelven más fáciles cuando su alma se dedica a buscar la sabiduría universal. La mente humana adopta el tamaño de aquello que contempla, según clarificó Patanjali. Ninguna mente que persigue metas elevadas es estrecha.
Helena P. Blavatsky escribió que es difícil encontrar a alguien que no esté bajo la influencia de la voluntad activa de otra persona. Ella dio algunos ejemplos. En la guerra clásica, cuando el admirado general avanza hacia el frente de la batalla, los soldados entran en simpatía magnética con él y comparten su entusiasmo. Lo siguen sin miedo y enfrentan el peligro con valentía.
En una iglesia, el predicador se levanta en su púlpito e irradia su propio magnetismo. H.P.B. describe la escena típica:
“… Aunque lo que él diga sean los absurdos más incongruentes, sus acciones y el tono de lamento de su voz son lo suficientemente impresionantes como para producir ‘un cambio de opinión’ entre, al menos, la parte femenina de su congregación, y si es un hombre poderoso, incluso los escépticos ‘que vienen a burlarse se quedan a rezar’. La gente va al teatro y derrama lágrimas o ‘se parte de risa’ según el carácter de la actuación, sea esta una pantomima, una tragedia o una farsa”. [7]
La voluntad, los sentimientos y los pensamientos de los demás nos afectan constantemente. Y al mismo tiempo nosotros les afectamos a ellos.
El error de formar descuidadamente una opinión falsa y negativa de alguien será siempre castigado por la ley del karma. El que tiene discernimiento se abstiene de formar opiniones negativas de las personas que ama, o de aquellos con los que no tiene afinidad. Hasta cierto punto, todos pueden ser influenciados por todos. Uno debe tener cuidado con las críticas abiertas, si son destructivas. Pero los pensamientos negativos silenciosos pueden ser todavía peores, ya que a menudo no son percibidos, o son solo parcialmente percibidos.
Debemos observar a las personas desde un punto de vista generoso, y criticar con honestidad las actitudes que consideramos erradas, dando a las personas la oportunidad de responder y explicarse.
La opinión y la imagen generales que tenemos de otra persona deben ser positivas por al menos dos razones. La primera es que esa otra persona es, en parte, un espejo psicológico para nosotros. La segunda es que, como nosotros, cada ser humano tiene un potencial ilimitado hacia el bien. Por lo tanto, la crítica debe limitarse a una acción, a un aspecto y a un momento dado. Uno no debe criticar a una persona sin mencionar con sinceridad algunas de sus virtudes. Las personas de buena voluntad no olvidan que cada ser humano tiene en sí mismo las semillas de la perfección. Todos somos estudiantes y maestros en la escuela de la vida. Ayudamos a construir el carácter los unos de los otros de varias maneras, incluyendo las interacciones telepáticas involuntarias.
Un individuo que presta atención a la vida se siente responsable ante su conciencia. Él tiene un propósito claro en todas las situaciones. No es llevado de acá para allá por el viento ilusorio de los pensamientos de otras personas. El aprendiz espiritual trata de ser plenamente consciente de los sentimientos y pensamientos que emite. Él observa con paciencia la manera en que cosecha los frutos de la vida. Poco a poco aprende a sembrar el bien. Los pensamientos y sentimientos que él produce y transmite a los demás y a la atmósfera astral se vuelven gradualmente más consistentes y benéficos, y él se va transformando en un centro de paz.
Todo lo que hay en el universo está hecho de energía pulsante, y existen numerosos niveles de vibración. Los colores, las luces y los sonidos que percibimos son ondas y franjas vibratorias, al igual que las sensaciones del gusto, del tacto o del olfato. Los movimientos de la vida son cíclicos y ondulatorios; los latidos del corazón, la respiración y el flujo de pensamientos y sentimientos son ejemplos de ello. Sin embargo, no siempre es fácil percibir el ritmo preciso de la vida. El océano de la vida tiene muchas corrientes distintas. Cada ser humano usa su libre albedrío para establecer su mantra individual, su modo particular de vibrar y de expresar la Ley Única. No obstante, en el universo no hay nada que esté separado. Todo lo que vibra en un individuo se transmite a los demás, y regresa a él después de experimentar una serie de cambios.
Cada ser humano produce constantemente corrientes vibratorias en los varios niveles de los planos mental, emocional y físico, y estas líneas de acción son registradas en la luz astral para su débito o crédito. Los pensamientos y sentimientos que él crea tienen – hasta cierto punto – vida propia. Sus efectos y su rumbo dependen sobre todo de la intención y de la intensidad con que fueron emitidos. Las apariencias no cuentan: la crítica dura genera buen karma cuando la intención es corregir un error en el camino hacia la sabiduría. El elogio amable produce mal karma cuando no es sincero. La astucia es lo contrario de la inteligencia.
Hay formas positivas y negativas de telepatía, y la que más deberíamos estimular es la que tiene lugar en el plano de la comunión con todos los seres del universo. Nuestros pensamientos, sentimientos e intenciones crean una franja de afinidad magnética que nos une a todas las personas en las que concentramos nuestra atención, y con las que interactuamos en nuestra mente. La vida y la Ley del Karma “escuchan” nuestros pensamientos y los registran. Cada ser humano puede mejorar la calidad del “sonido oculto” único que le es peculiar y que es el resultado de la suma total de sus intenciones, emociones, pensamientos y acciones.
El universo es un océano, y tiene un nivel superficial de vida donde uno encuentra confusión y desarmonía aparentes. Cuando observamos desde un punto de vista más profundo vemos que todo fluye en unidad en el mar de los pensamientos humanos. El que asume la responsabilidad de su propia vida deja de actuar de manera contraproducente y concentra su energía vital en objetivos permanentes.
Aunque las probaciones son necesarias para que el progreso sea firme y duradero, la paz interior se expande desde el momento en que uno comienza a esforzarse por alcanzar una meta noble. La mente gana estabilidad; uno pasa a alejarse de manera natural de los pensamientos confusos. Los ojos de uno empiezan a ver a distancias más grandes; el cielo de la consciencia se vuelve más amplio y más claro, libre de tempestades innecesarias. A medida que surge un fuerte sentido de comunión, la percepción consciente de los pensamientos y sentimientos se vuelve más precisa.
NOTAS:
[1] “La Clave de la Teosofía”, Helena P. Blavatsky, Editorial Teosófica Esperia, p. 291. La traducción original ha sido revisada.
[2] “The Dhammapada”, Theosophy Company, Los Ángeles, 139 pp., capítulo 26, p. 93, aforismo 406.
[3] “Esoteric Writings”, T. Subba Row, p. 130.
[4] “Esoteric Writings”, T. Subba Row, p. 131.
[5] “Esoteric Writings”, T. Subba Row, p. 135.
[6] “The Occult World”, Alfred P. Sinnett, edición de 1884. Véanse las pp. 89-90.
[7] Ver los párrafos tercero y cuarto del artículo “Are Chelas ‘Mediums’?”, de H.P. Blavatsky.
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El artículo “Telepatía, la Conversación Silenciosa” es una traducción del inglés. El trabajo ha sido hecho por Alex Rambla Beltrán, con apoyo de nuestro equipo editorial, del cual forma parte el autor. Texto original: “Telepathy, the Silent Conversation”. La publicación en español ocurrió el 30 de noviembre de 2020.
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