Una Investigación Sobre la Música del Alma Inmortal
Carlos Cardoso Aveline
Una Vina (foto) puede servir como metáfora para un
grupo de estudios que busque ser un instrumento de armonía
Al crear la famosa frase “Uno para todos y todos para uno”, el escritor francés Alexandre Dumas expresó un axioma universal. La idea constituye un punto básico de la pedagogía adoptada desde la más remota antigüedad por los sabios e Iniciados de Oriente.
Ya en el siglo XIX, Helena Blavatsky escribió:
“Aunque sea pequeño, un grupo o logia solo podrá ser teosófico si todos sus miembros están magnéticamente unidos entre sí por el mismo modo de, al menos, pensar en la misma dirección”. [1]
La calidad parece ser más importante que la cantidad, y uno de los Maestros que inspiran al movimiento esotérico moderno estableció estas bien conocidas directrices:
“Un grupo de estudiantes de las Doctrinas Esotéricas que quiera obtener algún provecho espiritual debe estar en perfecta armonía y unidad de pensamiento. Cada uno, individual y colectivamente, debe ser, como mínimo, totalmente altruista, gentil y lleno de buena voluntad hacia todos los demás, por no hablar de la humanidad; no debe haber espíritu de facción en el grupo, ni maledicencia, mala voluntad, envidia o celos, desprecio o cólera. Lo que hiere a uno debe herir al otro; lo que alegra a ‘A’ debe llenar a ‘B’ de placer”. [2]
La filosofía esotérica atraviesa e incluye diferentes culturas, en el espacio y en el tiempo. Un aspecto interesante de la idea central que estamos examinando está explicado en las 72 Afirmaciones que resumen las enseñanzas éticas de Sri Ramanuja, uno de los pensadores más significativos de la filosofía Vishistadvaita. La tradición afirma que Sri Ramanuja vivió en los siglos XI y XII de la era cristiana, y la primera de sus 72 Afirmaciones dice lo siguiente:
“El acto de servir al instructor (Acharya) y el acto de servir a cualquier otro devoto (Bhagavata) deben ocurrir paralelamente. Sirve a cada devoto del Señor (Bhagavata) tal como sirves a tu propio instructor espiritual”. [3]
Adaptando estas palabras clásicas al contexto del movimiento teosófico moderno, podemos decir:
“Tu actitud real e interna hacia los Maestros – la fuente de la enseñanza – es inseparable de tu actitud hacia tus compañeros de estudio. Piensa en los compañeros como partes del trabajo de tu propio Maestro, y ten por ellos un sentimiento similar al que tienes por el esfuerzo del Instructor”.
Todo conocimiento implica una responsabilidad equivalente. El Maestro no es una personalidad. No es posible localizar al instructor a través de alguna visión. El contacto con la fuente real de conocimiento surge como algo más claramente consciente al trabajar de modo duradero y firme por un proyecto noble, colectivo y de largo plazo.
Un fragmento de la denominada “Carta de 1900” contiene otra clave para comprender el axioma pedagógico expresado por las palabras “uno para todos y todos para uno”. En ella, uno de los Maestros esclarece:
“En períodos favorables, liberamos influencias elevadoras que impresionan a varias personas de diferentes maneras. Es el aspecto colectivo de muchos de estos pensamientos el que puede dar el rumbo correcto a la acción. No tenemos favoritismos. La mejor manera de corregir los errores es hacer un examen honesto y con la mente abierta de todos los hechos, subjetivos y objetivos”. [4]
Una profunda sinceridad entre los compañeros de estudio es, pues, un punto esencial. Es solamente a través de la armonía entre ellos que los estudiantes pueden obtener una visión más amplia y profunda de la influencia y enseñanza de los Maestros, así como una visión cada vez más lúcida de sí mismos como individuos.
H. P. Blavatsky añade que el aprendizaje será más eficaz si los estudiantes comparan con regularidad sus anotaciones y puntos de vista sobre la caminata individual. En una carta de 1887 dirigida a teósofos de Londres, ella escribió que “la primera regla en la vida diaria de un estudiante” es “nunca dejar de prestar atención a las más mínimas circunstancias de aquello que ocurre, sea en la vida de uno o en la vida de los compañeros de trabajo”.
Para H. P. B., estos detalles observados, “aunque no estén relacionados con la búsqueda espiritual”, deben ser incluidos en las anotaciones individuales de los esfuerzos de cada uno a lo largo del camino. Y entonces los estudiantes deben “unir (religare) todos los hechos comparando las notas de uno con las de los demás, alcanzando así su significado interior”.
La Sra. Blavatsky añade:
“A partir de estas totalizaciones podéis descubrir la dirección y el camino a seguir”.
Algunas líneas más adelante, después de referirse a la “verdadera luz”, ella escribe:
“Trabajando solo, nadie puede conseguir esto, pero cuando hay varios, es comparativamente fácil”.
H. P. B. también dice a los estudiantes de Londres lo que ocurrirá si ellos fallan en este punto: “Entonces nunca estableceréis en vuestro grupo la primera condición necesaria: una perfecta unidad de pensamiento y armonía entre vuestros yos espirituales”. [5]
Desde la antigüedad, la tradición esotérica ha usado una metáfora musical para describir el proceso de cooperación entre compañeros de estudio. La consciencia compartida en un grupo de buscadores de la verdad funciona como una Vina, un instrumento de cuerda oriental similar a un laúd.
Si las cuerdas de la consciencia están muy tensas o estiradas, no es posible que se produzca buena música. Si están demasiado sueltas, no habrá sonido alguno. El clásico “La Voz del Silencio” afirma:
“Los discípulos pueden compararse a las cuerdas de la Vina, eco del alma; la humanidad a su caja armónica; la mano que la pulsa, al soplo melodioso de la GRAN ALMA DEL MUNDO. La cuerda que no responde a la pulsación del Maestro, en dulce armonía con todas las demás, se rompe y se la arroja. Así deben ser las mentes colectivas de los Lanús-Sravakas. Tienen que estar acordes con la mente del Upadya, unificarse con la Super-Alma, o separarse de una vez”. [6]
Cada individuo humano es un resumen del cosmos y del sistema solar, y en “La Doctrina Secreta” podemos leer:
“Lleva la vida necesaria para la adquisición de este conocimiento y estos poderes, y la Sabiduría vendrá a ti naturalmente. Cuando seas capaz de sintonizar tu consciencia con cada una de las siete cuerdas de la ‘Consciencia Universal’, las cuerdas que atraviesan la caja de resonancia del Cosmos y vibran de eternidad en eternidad, cuando hayas estudiado completamente ‘la música de las Esferas’, solo entonces tendrás plena libertad para compartir tu conocimiento con aquellos en quienes es seguro confiar”. [7]
Un grupo de estudiantes de filosofía esotérica tiene su verdadera base en la consciencia de cada uno de sus integrantes. “Uno para todos” significa que cada individuo tiene en sí los cimientos del trabajo común. La fuente de armonía colectiva debe estar en la armonía del individuo con sus propios niveles superiores de percepción.
Los siete principios de la consciencia humana son, pues, como las siete cuerdas de un instrumento musical. El filósofo francés Maine de Biran – que abandonó la vida física precisamente siete años antes del nacimiento de H. P. Blavatsky – hace una ampliación interesante de la metáfora de la Vina.
Biran considera que el yo inferior de cada ser humano es semejante a un instrumento de cuerda, mientras que el yo superior representa al músico que toca el instrumento. Él escribe:
“Surge en mi espíritu otra comparación (ya que, sobre este asunto tan complejo, buscamos siempre apoyarnos en objetos materiales). Yo compararía las almas con los músicos que tocan un instrumento; el instrumento estaría formado por las fibras del cerebro. Supongo que cada músico recibe como legado de la naturaleza un instrumento que corresponde a su propia habilidad”.
A continuación, el filósofo advierte:
“El instrumento no estará siempre de acuerdo con la voluntad de quien lo toca. Sus cuerdas se pondrán tensas o flojas debido a causas que son independientes de la voluntad del músico, de modo que a veces será capaz de tocarlo con facilidad, y pensará que el instrumento está a su disposición; en otras ocasiones, ensayará en vano, y las cuerdas, flojas, volverán inútil todo su conocimiento, haciendo que el músico se sienta frustrado”. [8]
La filosofía esotérica original enseña a sus estudiantes a practicar conscientemente la música del alma inmortal de cada individuo, y también a formar parte activa de la música del alma universal.
Un ser humano, cuanto más comparte los efectos curativos de este sonido silencioso con otros individuos y con la humanidad en su conjunto, más es beneficiado por el conocimiento práctico de la ley de la armonía.
NOTAS:
[1] “The Letters of H.P. Blavatsky to A. P. Sinnett” (“Cartas de H. P. Blavatsky a A. P. Sinnett”), T. U. P., Pasadena, CA, USA, 404 pp., carta C, p. 222. (El editor de estas cartas usó números romanos: por tanto, la carta “C” é a carta número 100).
[2] “Cartas dos Mestres de Sabedoria”, Editorial Teosófica, Brasilia, 1996, 296 pp., carta 3, primera serie, pp. 24-25.
[3] “Living in the Absolute”, N. C. Ramanujachary, primera edición, 1985, Vasanta Press, The Theosophical Society, Adyar, Madrás (Chennai), India, 56 pp., p. 43.
[4] Véase “A Carta de 1900, na Íntegra” (en portugués).
[5] Véase “Aprendendo Com Cada Detalhe da Vida” (en portugués).
[6] “La Voz del Silencio”, de H. P. Blavatsky, Biblioteca Orientalista, Barcelona, España, 1927, pp. 94-95.
[7] “The Secret Doctrine”, H. P. Blavatsky, volumen I, p. 167.
[8] Fragmento traducido del volumen “Maine de Biran, L’Effort”, de A. Drevet; Presses Universitaires de France, París, 1966, 195 pp., p. 25.
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El artículo “Uno Para Todos y Todos Para Uno” es una traducción del portugués y la tarea ha sido hecha por Alex Rambla Beltrán, con apoyo de nuestro equipo editorial, del cual forma parte el autor. Texto original: “Um Por Todos e Todos Por Um”. La publicación en español ocurrió el 29 de junio de 2021.
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